domingo, 20 de febrero de 2011

“La inteligencia está en lo mental y no en lo físico”: Hernando Alberto Escobar

Por Rober Aurelio Nieto

Para Hernando Alberto Escobar Holguín las limitaciones las pone la sociedad o el individuo mismo, y no necesariamente la condición física de las personas. Y él sabe muy bien lo que dice. Cada paso suyo es una muestra de ello. Recorre las calles caucasianas con un bosquejo mental tan perfecto que en oportunidades parece que viera, pues se atreve a orientar a personas que visitan a nuestro municipio y se pierden en su calles a veces atestadas de gente y tráfico.

Cuando lo escuché hablar la primera vez fue en una capacitación en la que coincidimos, no pude evitar mirarlo, pues sus apuntes acertados daban muestras de manejar el tema al dedillo. Después supe que había participado de varios diplomados en la Universidad de Antioquia, de múltiples capacitaciones en casi todo tema imaginable, y por eso él habla de liderazgo, política, superación personal, música, y demás. A él le aplica lo que popularmente se dice: cuando una persona pierde uno de los sentidos se le desarrollan mucho más los otros.

Muchos de los que aquí vivimos hemos visto su destreza al caminar por las calles, sólo guiado por su bastón de 1, 15 cms que se ha convertido en una extensión de sus manos. Algunos al verlo andar tan campante le dicen: “Vos te hacés el ciego”, y él les contesta: “Yo no tengo la culpa de que tengas el cerebro de pollo”, se ríe cuando lo dice, pero a la vez le da temor; pues pudiera haber personas que crean que él realmente ve, cuando lo cierto es que no; y como dice él: “aquí a veces ver lo que no debe lo pone a uno en peligro”. Sin embargo, a él no le aplica, pues irónicamente para su fortuna no puede ver.

Debido a su discapacidad le han ocurrido anécdotas un tanto graciosas. Una vez estaba hablando tranquilamente en la casa de una amiga cuando llegó otra y le dice a la primera: “¿A usted no le da pena de Hernán?”; y la otra le contestó: “Pues no, ¡como él no ve!”. Hernán disimuló una sonrisa, pero en su imaginación pareció verla sin blusa. Sin embargo, hay otras que prefieren evitar dichas situaciones y le dicen: “Sálgase que me voy a cambiar de ropa, usted no ve, pero por si acaso”.
La verdad es que él es un admirador de las mujeres, son su fuente de inspiración, su musa. Escuchar el timbre de su voz, su energía, espontaneidad es música a sus oídos. Aquí en Caucasia tiene muchas amistades que lo aprecian y valoran. Por eso le gusta vivir aquí, sentir ese calor humano que lo acogió hace casi 26 años. Eso lo llevó a postularse en las elecciones pasadas para ser concejal, pero no fue elegido. Pero sigue con ganas, luchando con entusiasmo para que este pueblo cada día mejore más y más.

Él es un romántico, por eso cada vez que ejecuta el piano se siente rodeado de un velo de inspiración. Le canta a Dios, al amor, a las penas, a los amigos, a las mujeres. Sonríe con facilidad, y entre conversa y conversa se aparta un ratico para acompañar su meditación con un cigarrillo que nunca le puede faltar. Es un ávido lector de libros de todo tipo, algunos le han llegado de otros países, pues están en Braille, que afortunadamente aprendió a leer cuando estuvo en la escuela.

No nació ciego, aunque sí con un glaucoma congénito. A los cuatro años lo operaron en Medellín perdiendo la visión del ojo izquierdo, y el otro le quedó gravemente afectado. Sus padres decidieron internarlo en la Escuela Francisco Luis Hernández, que en ese tiempo era especializada en atender niños con problemas auditivos y de visión. Fue estando en esa escuela cuando perdió por completo la visión.

Fue en un parque interno que tenía el colegio donde había columpios, ruedas y otras cosas más para la diversión de los niños. Él un día descubrió unas pequeñas escalas y las subió con la curiosidad infantil que tiene un niño de nueve años; las subió hasta la cúspide, tocó los bordes de lo que parecía ser un tobogán. Sin medir las consecuencias se lanzó, con tan mala fortuna que no estaba terminado el tobogán, y se cayó impactándose contra el suelo, perdiendo por completo la visión por el ojo derecho.


Ya han pasado casi cuarenta años desde entonces, pero no ha sido el factor que lo haya amargado, ni un obstáculo para lograr lo que se propone. Cuando lo vea caminar por la calles, que rico que pudiera saludarlo, hablarle de cualquier tema, y quizás se dé cuenta de que para nada su falta de visión física le afecta su claridad de pensamiento y capacidad mental.

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