martes, 23 de septiembre de 2014

“La vida sin sueños sería una ilusión vacía”: Dagoberto Masón Meléndez

“Facundo sembrador de olvidos” es un personaje que se pasea por las calles de Caucasia,  e inevitablemente muchas miradas lo siguen como tratando de escrutar lo que se esconde detrás de este hombre de tan  colorida  vestimenta.

 Por Rober Aurelio Nieto
Comunicador Social Periodista

Caucasia es un epicentro multicultural,  donde cada persona sin importar su origen, raza o color de piel, encuentra un rincón donde puede cultivar sus propios sueños, contribuyendo a la riqueza inconmensurable que aquí se genera.


Dagoberto Masón Meléndez, docente, escritor y poeta, es un personaje de
 nuestra región. Foto: REGIÓN AL DÍA
En medio de este ambiente donde confluyen diversas idiosincrasias, encontramos a un hombre con un vasto conocimiento cultural; dueño de un léxico rico en palabras propias de la región. Un hombre que sueña con rescatar su propia cultura. “Un hombre como todos los demás y como ningún otro”, según se define él. Que deambula por las calles, a veces solitarias, pero cuyos ojos guiados por la musa de su inspiración busca motivo para plasmar en un cuento o poema algún suceso, que para la mayoría de nosotros pasaría desapercibido, pero que para él es de capital importancia.

Quien por primera vez  lo ve caminando por las calles caucasianas, con sus pasos lentos pero firmes, con su piel oscura heredada de sus antepasados, y a la vez, quemada por el sol, y su vestimenta especial, propia del pacífico colombiano, pudiera pensar que es un visitante más, alguien extraño que va de paso, quizás recogiendo huellas que algún antepasado suyo dejara en alguna correría por esta región. Y hasta se pudiera pensar que es un chamán, como le ocurrió un Viernes Santo con un señor que vio en él a ·un enviado del gran dios Chango” y hasta le tocó  echarle la bendición. Él se sonríe cuando se acuerda de eso.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Su nombre de pila, Dagoberto Masón Meléndez, poéticamente conocido como “Facundo sembrador de olvidos”; nació en 1957, oriundo de esta región, y de ascendencia negra. Casi nadie conoce la fecha de su cumpleaños, pues considera que esta es un accidente en la vida. Se considera “Hijo del Río”, pues nació en  la lancha “La Argentina”, en un viaje entre Guacamayal y Caucasia. Docente de profesión, pero poeta por herencia. Lleva a cuestas toda una riqueza cultural exquisita, no sólo recibida de sus ancestros, sino también, robustecida en cada una de sus vivencias, en sus sueños, en los avatares de la vida.

Su padre fue Eusebio Masón Caballero, “El trovador del Bajo Cauca”, quien fuera dueño de una musa especial como trovador abnegado. Su madre, María Leonsia Meléndez de Masón, de quien según él,  recibió como regalo su pasividad y tolerancia sempiterna para hilvanar con  todos aquellos relatos que hoy forman parte de su patrimonio cultural; todo lo cual muestra que no ha sido en vano aquella herencia que lleva a cuestas en su memoria.

Tiene en su haber unos tres mil poemas inéditos. Ha publicado dos libros de cuentos costumbristas: Playones de luz y Qué vaina, mi país, que vaina, y su más reciente publicación fue un libro de poesías llamado: Los escalones de la soledad. En este plasma su mundo, sus vivencias, que han quedado rezagados en la memoria de los abuelos; aquellas historias que mezclan los sueños de un pueblo con sus pesadillas; el quehacer diario de unos personajes, actores principales de su propia historia.

Escribe porque tiene un cúmulo de sueños e ilusiones que sin lugar a dudas vienen desde los eslabones de sus antepasados, pues a ellos les debe su hermandad negra.  Piensa que escribir es una forma directa de poder plasmar ilusiones y de entrar en comunicación con muchísimas personas, sin importar su estrato social y diversos ideales.

¿Con qué sueña? “Sueño con dejar una buena huella; no, no para que me hagan un panteón, ni un gran mausoleo, sino simplemente para quedarme en la mente de todos los soñadores, porque la vida sin sueños sería una ilusión vacía, sería algo así como un río sin corriente o como un nido perdido en el olvido”.

Sobre el uso de su vestimenta lo explica así: “Como yo creo en la transmutación de los seres vivos, pienso que en algún eslabón perdido de mi hermandad, alguien se vistió como yo, y me dejó este legado impregnando en las venas, en mi sangre, el sabor de los negros, ese aporte de identidad. Visto como negro que soy; es como el folclorismo de una cultura, es una identificación clara y propia de nosotros”.

Sobre su “vena poética” expresa: “Mi padre era el trovador representativo del Bajo Cauca, y pienso que en un día cualquiera, en una de sus travesuras poéticas, él me dijo: “Cuando yo me muera, sin que tú lo sepas, vas a ser la vena representativa de mis sueños”; entonces yo pienso que escribo, que sueño, que vibro cuando miro el río; cuando veo gente, las parejas de los amantes, cuando observo los niños solitarios, cuando veo las madres solteras que lloran su preñez, y al hombre que la suda de Alfa a Omega. Porque vivimos en un país de sueños rotos, y por eso cuando plasmo esto en mis escritos simplemente estoy haciendo la voluntad de mi padre, y siento que él me asiste en todas mis travesuras poéticas”.

En la institución educativa Santa Teresita, donde laboró durante muchos años, encontramos un semillero de jovencitos y jovencitas que él cariñosamente llama “los hijos de Facundo Sembrador de Olvidos”, quienes comulgan con sus sueños, los cuales sirven  de multiplicadores de sus poesías.

Sin embargo, encontramos una gran dificultad con la juventud hoy día, al respecto él nos comenta: “Hemos observado, y para nadie es un secreto que tenemos un problema grandísimo  porque nuestra juventud es apática a la lectura, no les interesa ni larga ni corta, ni bonita, ni sustanciosa, a ellos los absorbieron los medios audiovisuales. Dígase de paso, me siento muy orgulloso de decir, sin crear rencillas o fobias a los medios, que me gusta saber que mis libritos y mis sueños todavía los hago a mano para que lleven el pulso de mis sueños, para sentir que borro, retomo el camino como los escritores antiguos en las maquinitas de escribir; me encanta el tic tac de las teclas, y cuando se me enreda la cinta, paro y boto una hoja y coloco otra, y sigo; es como desinhibirse uno y volver a comenzar la escritura”.

Sobre la cultura y como en sus cuentos y poemas trata de rescatarla, él nos contó: “Yo pienso que la cultura viene impresa en  los genes en lo más oculto de cada ser tenemos muchas cosas grabadas y van surgiendo en los momentos más inesperados, porque nadie es ajeno a la tristeza o a la llamada felicidad;  sin embargo, los cuentos míos tienes gran acicate en el roce que tuve en mis años como maestro rural donde me reunía todas las tardes saboreando un café, a la luz de una fogata con diferentes campesinos y fue allí donde fui rescatado lentamente todos aquellos vocablos que hicieron historia y que de todas formas son medios y modos de comunicación”.

Después de ver y escuchar a Dagoberto Masón Meléndez, con su lenguaje, sus gestos, y la riqueza cultural que posee, no podemos menos que admirarlo, así como a todas esas personas que de una u otra forma dejan un legado de cultura para todas las generaciones futuras.


1 comentario:

  1. Que bonito resaltar los valores de nuestra cultura y a sus protagonistas, que no se nos olvide de donde somos y lo que somos.
    Gracias por hacerme sentir orgullo por mi tierra y sentirme cercana estando lejos. ¡¡ Cómo te extraño Mi Tierra !!

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