Caucasia la ciudad del nunca Jamás (Cap. 1)
Edgar Alonso Correa Ospina, director de la
Universidad de
Antioquia Seccional Bajo Cauca.
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La Mejor Esquina de
Antioquia, la Capital del Bajo Cauca, Puerta de Oro de nuestro departamento, la
Capital del Sol; estos son, entre otros, los calificativos que recibe el
hermoso municipio de Caucasia. Cuenta una posición geográfica envidiable; con
unas planicies y llanuras que permiten la siembra y la ganadería; además, tiene
a su lado las riberas y vegas del río Cauca.
Es habitada por gente pujante y verraca, que
ha sabido levantarse de sus más inmensas problemáticas, ¡personas que han
sabido reinventarse y generar riquezas con todo lo que esté a su alcance!
Así es nuestro municipio… y paro aquí en la
enumeración de todos los adjetivos calificativos -los cuales podrían ser una
lista interminable-, para referirme a las cosas sobre las cuales deberíamos
prestar atención de manera inmediata; situaciones que definitivamente no nos
están llevando por el buen camino.
Es bien sabido las altas temperaturas que se
presentan en nuestra región; la inclemencia de un clima cálido y el clamor por
una sombra fresca que nos dé tregua para todos nuestros quehaceres diarios.
Y es aquí donde hago relación con el título
de este artículo, no con la majestuosa obra infantil de Peter Pan y el país del
nunca jamás, sino más bien a esa disculpa para incumplir las normas, leyes,
mandatos del sentido común, del bienestar colectivo, del respeto por los demás
y de todas las normas de convivencia que podrían hacer de Caucasia el mejor
vividero de Antioquia.
El calor, el sol y las altas temperaturas no pueden seguir siendo la excusa para hacer lo que nos da la gana, mucho menos la famosa frase: “Ah, ¡es que estamos en Caucasia!” Pareciera que estuviéramos en la famosa Ciudad del Nunca Jamás; del nunca jamás cambiar, del nunca jamás aprender a respetar a mis conciudadanos, del nunca jamás poder concertar una convivencia pacífica.
Quizás me lloverán críticas y ataques por lo
que estoy planteando. Sin embargo, me permito pedirles pueda ser escuchado (en
este caso leído) con mis planteamientos.
Es desconcertante y desalentador el panorama
que se ve en nuestras calles, el alto número de mototaxistas y conductores de
carro que no cumplen con las normas de tránsito. Que quede claro que no
critico el número de personas que se benefician de esta noble labor, sino más
bien, ¡critico su comportamiento, su falta de urbanidad y de respeto para con
los demás!
Aunque de esto no se salvan tampoco los ciudadanos del común. Conductores de moto que no usan casco (es el calor); conductores de carro que no usan el cinturón de seguridad (es el calor); no respetan los semáforos (es el calor); las altas velocidades (es el calor); motocicletas con más de dos pasajeros (es la oportunidad); conductores sin pase y sin seguro obligatorio (no hay plata); motocicletas en pésimo estado mecánico (no hay plata); en fin, toda una gama de violaciones y faltas a las reglas de tránsito que atentan, no solo contra los demás ciudadanos, sino contra la vida de ellos mismos.
Quisiera habitar en el Caucasia del nunca
jamás, pero ese donde como en el cuento infantil, todos vivían en armonía, en
respeto y solidaridad mutua; no en la ciudad donde tenemos excusas para todo,
donde nos hacemos los de la vista gorda y pareciera que no nos importara
cambiar.
Mi llamado, clamor e invitación, es a que
todos empecemos (nunca es tarde) a tener conciencia de nuestros actos, por esta
vez; empecemos por nosotros mismos. Continuemos por invitar a nuestro amigo,
vecino o compañero a que cambiemos nuestro accionar, que por un momento
pensemos en nuestras vidas y en la vida de todos los caucasianos. Esperar en el
semáforo nos quitará unos segundos, pero nos dará armonía; usar el casco nos
dará calor, pero nos protegerá…
Convirtámonos todos en Peter Pan, y hagamos
de nuestra hermosa ciudad un lugar que dé ejemplo de comportamiento, solidaridad,
respeto y convivencia que nos permitan terminar nuestro cuento, por lo menos,
¡Felices!
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