Una tierra llena de oro no brilla por sí sola, para
ello necesita de su gente. Esta frase se comprobará con la mesas de trabajo en
El Bagre donde los seis municipios que conforman la subregión del Bajo Cauca
pensaran su desarrollo.
Acentos sabaneros, pieles trigueñas y rasgos
marcados de pómulos fuertes son la constante en el recinto del Sena.
Las mujeres fueron las primeras en emprender la
tarea, haciendo honor a esa característica de pensar en los otros. Pero no eran
las únicas, las secretarias de medio ambiente y agricultura estuvieron
recorriendo las zonas ribereñas en la mañana y en la tarde realizaron su propia
mesa de trabajo donde las personas del sector productivo plantearon sus
necesidades.
Todo esto ocurría mientras las calles del municipio
hervían de personas, frutas y mercancías, pescados y tiendas de compra de oro.
Cientos de bicicletas que en algunas ocasiones
pueden movilizar hasta tres personas y ni hablar del número de motocicletas,
carros y camiones que deambulan por las calles, haciendo percibir a este
municipio como lugar lleno de vida y como dirían algunos “con la chispa adelantada”.
En las mesas se consideraran asuntos comunes en los
que las necesidades salen a flote. Las palabras de algunos solo se escucharan
muy tarde cuando la confianza y la tranquilidad de saberse incluido le permitan
manifestarse. Ahí los colegajes se identificarán entre asistentes, los gustos
unirán a algunos y las sonrisas no serán negadas.
Ahora el trabajo será que además de los ríos, las
amplias zonas ganaderas, la riqueza del oro y de los recursos naturales sea la
amistad la que nos una y la violencia deje de marcarnos con el estigma y los
dolores que nos causa. Serán estas amistades e intenciones de trabajar por un
bien común la que demostrará que en contra de las oportunidades, que entre
todos nos procuraremos, no hay miedo que triunfe.
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