“La vida sin sueños sería una ilusión vacía”: Dagoberto Masón Meléndez
“Facundo sembrador de olvidos” es un personaje que se pasea por las calles de Caucasia, e inevitablemente muchas miradas lo siguen como tratando de escrutar lo que se esconde detrás de este hombre de tan colorida vestimenta.
Por Rober Aurelio Nieto
Comunicador
Social Periodista
Caucasia es un epicentro
multicultural, donde cada persona sin
importar su origen, raza o color de piel, encuentra
un rincón donde puede cultivar sus propios sueños, contribuyendo a la riqueza
inconmensurable que aquí se genera.
Dagoberto Masón Meléndez, docente, escritor y poeta, es un personaje de nuestra región. Foto: REGIÓN AL DÍA |
En medio de este
ambiente donde confluyen diversas idiosincrasias, encontramos a un hombre con
un vasto conocimiento cultural; dueño de un léxico rico en palabras propias de
la región. Un hombre que sueña con rescatar su propia cultura. “Un hombre como
todos los demás y como ningún otro”, según se define él. Que deambula por las
calles, a veces solitarias, pero cuyos ojos guiados por la musa de su
inspiración busca motivo para plasmar en un cuento o poema algún suceso, que
para la mayoría de nosotros pasaría desapercibido, pero que para él es de
capital importancia.
Quien por primera
vez lo ve caminando por las calles
caucasianas, con sus pasos lentos pero firmes, con su piel oscura heredada de
sus antepasados, y a la vez, quemada por el sol, y su vestimenta especial,
propia del pacífico colombiano, pudiera pensar que es un visitante más, alguien
extraño que va de paso, quizás recogiendo huellas que algún antepasado suyo
dejara en alguna correría por esta región. Y hasta se pudiera pensar que es un
chamán, como le ocurrió un Viernes Santo con un señor que vio en él a ·un
enviado del gran dios Chango” y hasta le tocó
echarle la bendición. Él se sonríe cuando se acuerda de eso.
Sin embargo, nada más
lejos de la realidad. Su nombre de pila, Dagoberto Masón Meléndez, poéticamente
conocido como “Facundo sembrador de olvidos”; nació en 1957, oriundo de esta
región, y de ascendencia negra. Casi nadie conoce la fecha de su cumpleaños,
pues considera que esta es un accidente en la vida. Se considera “Hijo del
Río”, pues nació en la lancha “La
Argentina”, en un viaje entre Guacamayal y Caucasia. Docente de profesión, pero
poeta por herencia. Lleva a cuestas toda una riqueza cultural exquisita, no sólo
recibida de sus ancestros, sino también, robustecida en cada una de sus
vivencias, en sus sueños, en los avatares de la vida.
Su padre fue Eusebio Masón
Caballero, “El trovador del Bajo Cauca”, quien fuera dueño de una musa especial
como trovador abnegado. Su madre, María Leonsia Meléndez de Masón, de quien
según él, recibió como regalo su
pasividad y tolerancia sempiterna para hilvanar con todos aquellos relatos que hoy forman parte de
su patrimonio cultural; todo lo cual muestra que no ha sido en vano aquella
herencia que lleva a cuestas en su memoria.
Tiene en su haber unos
tres mil poemas inéditos. Ha publicado dos libros de cuentos costumbristas: Playones de luz y Qué vaina, mi país, que vaina, y su más reciente publicación fue un
libro de poesías llamado: Los escalones
de la soledad. En este plasma su mundo, sus vivencias, que han quedado
rezagados en la memoria de los abuelos; aquellas historias que mezclan los
sueños de un pueblo con sus pesadillas; el quehacer diario de unos personajes,
actores principales de su propia historia.
Escribe porque tiene un
cúmulo de sueños e ilusiones que sin lugar a dudas vienen desde los eslabones
de sus antepasados, pues a ellos les debe su hermandad negra. Piensa que escribir es una forma directa de
poder plasmar ilusiones y de entrar en comunicación con muchísimas personas,
sin importar su estrato social y diversos ideales.
¿Con qué sueña? “Sueño
con dejar una buena huella; no, no para que me hagan un panteón, ni un gran
mausoleo, sino simplemente para quedarme en la mente de todos los soñadores,
porque la vida sin sueños sería una ilusión vacía, sería algo así como un río
sin corriente o como un nido perdido en el olvido”.
Sobre el uso de su
vestimenta lo explica así: “Como yo creo en la transmutación de los seres
vivos, pienso que en algún eslabón perdido de mi hermandad, alguien se vistió
como yo, y me dejó este legado impregnando en las venas, en mi sangre, el sabor
de los negros, ese aporte de identidad. Visto como negro que soy; es como el
folclorismo de una cultura, es una identificación clara y propia de nosotros”.
Sobre su “vena poética” expresa:
“Mi padre era el trovador representativo del Bajo Cauca, y pienso que en un día
cualquiera, en una de sus travesuras poéticas, él me dijo: “Cuando yo me muera,
sin que tú lo sepas, vas a ser la vena representativa de mis sueños”; entonces
yo pienso que escribo, que sueño, que vibro cuando miro el río; cuando veo
gente, las parejas de los amantes, cuando observo los niños solitarios, cuando
veo las madres solteras que lloran su preñez, y al hombre que la suda de Alfa a
Omega. Porque vivimos en un país de sueños rotos, y por eso cuando plasmo esto
en mis escritos simplemente estoy haciendo la voluntad de mi padre, y siento
que él me asiste en todas mis travesuras poéticas”.
En la institución educativa
Santa Teresita, donde laboró durante muchos años, encontramos un semillero de
jovencitos y jovencitas que él cariñosamente llama “los hijos de Facundo
Sembrador de Olvidos”, quienes comulgan con sus sueños, los cuales sirven de multiplicadores de sus poesías.
Sin embargo, encontramos
una gran dificultad con la juventud hoy día, al respecto él nos comenta: “Hemos
observado, y para nadie es un secreto que tenemos un problema grandísimo porque nuestra juventud es apática a la
lectura, no les interesa ni larga ni corta, ni bonita, ni sustanciosa, a ellos
los absorbieron los medios audiovisuales. Dígase de paso, me siento muy
orgulloso de decir, sin crear rencillas o fobias a los medios,
que me gusta saber que mis libritos y mis sueños todavía los hago a mano para
que lleven el pulso de mis sueños, para sentir que borro, retomo el camino como
los escritores antiguos en las maquinitas de escribir; me encanta el tic tac de
las teclas, y cuando se me enreda la cinta, paro y boto una hoja y coloco otra,
y sigo; es como desinhibirse uno y volver a comenzar la escritura”.
Sobre la cultura y como
en sus cuentos y poemas trata de rescatarla, él nos contó: “Yo pienso que la
cultura viene impresa en los genes en lo
más oculto de cada ser tenemos muchas cosas grabadas y van surgiendo en los
momentos más inesperados, porque nadie es ajeno a la tristeza o a la llamada
felicidad; sin embargo, los cuentos míos
tienes gran acicate en el roce que tuve en mis años como maestro rural donde me
reunía todas las tardes saboreando un café, a la luz de una fogata con
diferentes campesinos y fue allí donde fui rescatado lentamente todos aquellos
vocablos que hicieron historia y que de todas formas son medios y modos de
comunicación”.
Después de ver y
escuchar a Dagoberto Masón Meléndez, con su lenguaje, sus gestos, y la riqueza
cultural que posee, no podemos menos que admirarlo, así como a todas esas
personas que de una u otra forma dejan un legado de cultura para todas las
generaciones futuras.