Después del atentado perpetrado al
parecer por miembros del Frente 36 de las FARC contra la infraestructura vial
en la vereda Las Palomas de Valdivia, que dejó por más de 10 horas cerrada la
troncal a la Costa, los habitantes continúan preocupados debido a que su
economía gira alrededor de los lavaderos de carros y los viajeros ya no quieren
parar por temor a nuevos enfrentamientos.
Por Éder Narváez Sierra
Comunicador Social Periodista
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A cuatro días del atentado y de los
enfrentamientos entre la Fuerza Pública y las FARC, en los rostros de los
habitantes de la zona se evidencia el sufrimiento que han tenido que pasar por
la falta de ingresos. Los lugareños, aseguran que anteriormente llegaban cuatro
vehículos en el día y ahora, escasamente llega uno. “Nosotros decimos que
acá no llegan los carro por ese atentados. Lo que nos ganábamos era con lo que
compramos la comida todos los días y eso nos preocupa” expresó una de las
habitantes de la vereda, quien pidió que le protegiéramos su identidad.
Al llegar a la zona de los ataques se
siente un ambiente denso y silencioso que es interrumpido por el sonido de los
camiones. Al mirar los cerros de donde los subversivos hostigaron al Ejército
produce la sensación de que alguien estuviera vigilando cada movimiento
en la vía. En el suelo permanecen algunos casquillos de balas, que están a la
vista y al alcance de los niños que se mueven libremente, al parecer, sin la
vigilancia de sus padres.
Doña María, cuya vivienda queda a
escasos 50 metros de donde ocurrió la detonación, relata que esa noche del
jueves estaba dormida con su nieto y de repente sintió un estruendo que la
levantó de la cama. Lo primero que hizo fue agarrarlo e intentar despertarlo
pero los intentos fueron fallidos. Después de varios minutos y en compañía de
una vecina pudieron reanimarlo. Doña María, afirma que desconoce lo que le pasó
a su nieto, además, porque no tiene dinero para llevarlo a un centro médico a
que le hagan una valoración. “El niño pasó el siguiente día con dolor en
el pecho. Y nosotros quedamos afectados porque desde que pasó eso yo me acuesto
y ya me parece que oigo reventar otra bomba”.
La comunidad afectada pide de manera
urgente a las autoridades que realicen brigadas de salud en la vereda para
determinar si quedaron con posibles traumas de la onda explosiva.
En el sitio donde fue destruida la
carretera solo hace presencia un grupo de jóvenes que con palas y baldes tratan
de tapar algunos huecos que quedaron después de la reparación de la vía.
Cada vez que pasa un vehículo, intentan pararlo haciéndole señas con sus manos
para que les regalen algo de dinero. Algunos viajeros acuden a su llamado
mientras que la mayoría no los determinan, y solo dejan una nube de humo
a su paso, debido a que la vía no ha sido asfaltada en ese tramo.
Según el comandante de la Décimo
Primera Brigada del Ejército, el coronel Ulises Figueredo Varón, en la zona hay
por lo menos 800 hombres custodiando la vía y patrullando sectores aledaños
para tratar de brindarles tranquilidad tanto a los viajeros como a la
comunidad. Reconoce que en el sitio del atentado no hay uniformados porque
podrían ser blanco de ataques pero que están a escasos metros y listos para
reaccionar de manera inmediata ante posibles hostigamientos. “La seguridad
tiene que ser de manera abierta y cubierta por eso hay soldado sobre la parte
alta y sobre la vía. Les garantizo que tienen un soldado a escasos metros de
donde se encuentran”, afirmó el coronel.
Los habitantes de la vereda
consideran que la presencia del Ejército en el sitio del atentado generaría más
confianza y seguridad entre los viajeros, lo que brindaría mejores condiciones
para que se reactive el servicio en los lavaderos de carro.
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