De víctimas, victimarios, y la estigmatización que impide avanzar a nuestra sociedad (Primera parte)
Por
Rober Aurelio Nieto Álvarez
Comunicador
Social Periodista
Desde
hace poco más de un mes que vengo trabajando como Profesional Reintegrador con
la Agencia Colombiana para la Reintegración -ACR- en el Punto Atención Bajo
Cauca, he conocido a personas -hombres y mujeres- que pertenecieron a diversos
grupos armados ilegales. Ellos mismos han reconocido que su pasado no es uno del
cual puedan sentirse orgullosos, y hoy llevan a cuestas una pesadilla, tanto
del horror de la guerra que vivieron como de la lucha actual, en el marco de la
legalidad, por salir adelante a pesar de la estigmatización.
Muchos
de ellos han vivido las dos cara de la guerra, primero han sido víctimas, y
después victimarios. Algunos inicialmente fueron víctimas de desplazamiento y/o
de reclutamiento forzado, incluso desde niños; otros vieron asesinados a algún
ser querido, y después, entraron a un grupo contrario en su búsqueda por
encontrar eco en su clamor por justicia; y cambiaron su rol, pasando de
víctimas a victimarios.
Hoy,
después de escuchar sus historias, de conocer de primera mano los esfuerzos que
han estado haciendo durante varios años por reintegrarse a la vida civil,
quisieran desprenderse de un oscuro pasado que los persigue, y que para algunos
es una pesadilla de la cual no logran despertar.
Todos
los que están en este proceso de reintegración están plenamente identificados
por las autoridades competentes, quienes analizan uno a uno los casos para
dictar un fallo acorde con las leyes, teniendo en cuenta su delito cometido, y
demás factores atenuantes; sin embargo, si alguno de ellos vuelve a delinquir,
pierde cualquier beneficio, y es sometido a la justicia con todo el rigor de la
ley. Por otra parte, la ACR acompaña, de forma personalizada, a los que están
el proceso en su recorrido, y les brinda las herramientas necesarias para que
puedan alcanzar finalmente una vida como ciudadanos de bien.
Sin
embargo, conversando con uno de ellos expresó: “No es fácil la vida que
llevamos, pues se nos estigmatiza; creen que por ser lo que fuimos en el pasado
somos gente indeseable”. Así es, muchos de ellos se ven obligados a ocultar sus
antecedentes para sobrevivir. Basta con decir que son “desmovilizados” para que
se les cierre la oportunidad de un empleo, o para ser tratados como si tuvieran
una enfermedad mortal y sumamente contagiosa. Y hasta su misma integridad peligra
de conocerse su pasado, pues siguen vivas en la región algunas estructuras al
margen de la ley que tomarían represalias por considerarlos traidores y
cobardes.
Me
pregunto: ¿No hay derecho a cambiar, a corregir un proceder? ¿Por qué congelar
la imagen de una persona por un pasado que ella misma reprocha, y que para nada
es motivo de orgullo, y más se ha sometido al juicio por parte de las
autoridades? ¿Por qué condenar a todos los desmovilizados por el actuar de
algunos que decidieron seguir delinquiendo? ¿Pudiéramos tranquilamente cerrarle
todas las puertas a una persona que quiere cambiar, pero después culparla si
volviera a delinquir por no encontrar su lugar en la sociedad?
Hay que
reconocer que este es un asunto complejo, que remueve dolores, y toca heridas
emocionales que no han podido cicatrizar, pero que hay que llevarlo a la
palestra pública; un tema que debe ser analizado por todos, desde el ciudadano
de a pie (que muchas veces ha puesto los muertos) como por los docentes,
líderes civiles, servidores públicos, y todos aquellos, que desean una sociedad
que no viva enterrada en su pasado, sino que podamos salir adelante rompiendo
con las pesadas cadenas de la violencia que se han convertido en un círculo
vicioso en nuestra amada región, y país.
La
estigmatización es un flagelo latente, que afecta tanto a víctimas como
victimarios. La estigmatización impide que las comunidades avancen, pues se limita al
señalamiento y condena de una persona por su pasado, sin darle la oportunidad
de enmendar (de ser esto posible) sus errores y convertirse en una persona de
bien.
Desde
hace poco más de un mes he ido conociendo a personas que han sido marcadas por
la guerra, que han vivido los horrores de la misma desde dos ángulos opuestos,
pero que ahora intentan redactar una nueva historia para sí mismos, para los
suyos, y quieren hacer su aporte en la construcción de paz.
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